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La economia de enclave en America Latina y la subordinacion proyectada al futuro

El enclave económico como referencia

Las transformaciones políticas con giros a la derecha en América Latina, la desintegración de las perspectivas de un proyecto regional, la expresión de sus crudas problemáticas sociales como la marcha de migrantes en Centroamérica y México, no pueden opacar algunas dinámicas económicas y territoriales de fondo que atraviesan situaciones sociales y gobiernos. Una de ellas es la economía de enclaves[1].

Hablar de enclave en el sentido manejado tiene algunos problemas. Pueden señalarse prioritariamente tres. Uno es que se recurre a la idea desde el sentido común sin mayor precisión cuando existe cierta presunción de ruptura con una supuesta homogeneidad territorial (por ejemplo, barrios privados en contextos de situaciones sociales complejas que estrictamente no constituyen enclaves). Un segundo problema es que existen enclaves políticos pero que conforman situaciones distintas (por ejemplo Guantánamo en Cuba), con sus propias lógicas. Un tercer problema es que no es un concepto nuevo, pues designa dinámicas económicas de plantación y minería desde los tiempos coloniales. También se podrían agregar las “company town”.

En el sentido que se propone en el contexto actual, implica caracterizar mecanismos de generación de excepcionalidades territoriales que generan los propios Estados-nación con el protagonismo y beneficio de empresas transnacionales y que particularmente afectan a las regiones periféricas de la economía-mundo como lo es América Latina. De este modo, sin mayor conocimiento, se van generando y ampliando situaciones excepcionales en el territorio donde se suspenden las habituales normativas de los Estados-nación en múltiples temas (no solo el impositivo).

Esta concreción territorial de operaciones económicas globales puede operar en un enorme conjunto de actividades. De esta manera pueden implicar situaciones vinculadas al agronegocio, a la megaminería, a la industria a través de maquilas, pueden generarse enclaves turísticos y también lo que he venido proponiendo llamar como enclaves informacionales que significa la generación de condiciones excepcionales para operar los llamados “servicios globales” cuyo caso más conocido son los “call centers” pero que en general suponen diversas formas de procesar información y conocimiento para la valorización del capital. Se volverá sobre ellos.

Una cuestión central que lleva a apelar y recuperar la idea de economía de enclave es que a diferencia de las tesis del neoextractivismo que sobredeterminan explicativamente sobre cualquier otra variable, aquí se apunta a diferenciar casos y ser más incisivo en cuanto al grado de subordinación que se genera. Porque no toda inversión extranjera directa lleva a generar economía de enclaves y esto permite diferenciar casos en cuanto a condiciones otorgadas a una empresa transnacional para un emprendimiento, capacidad o no de retención local del excedente generado, capacidad o no de regulación del Estado-nación y si se apuesta a generar encadenamientos de valor o no (la apuesta a la industrialización del litio en Bolivia, por ejemplo).

Considerando cuando se configura o no economía de enclave, es preciso observar el nivel de estrangulamiento de los Estados y posturas sobre la generación de verdaderas excepcionalidades territoriales sin su control real (en cuanto a leyes laborales, medio ambiente, capacidad efectiva de intervenir ante un problema, entre otros elementos).  Un caso paradigmático de excepcionalidad territorial ha sido la propuesta de “ciudades privadas” en Honduras bajo el esquema de Zonas de Empleo y Desarrollo Económico (ZEDE).

Como los gobiernos, a la corta o a la larga, pueden estar dispuestos a aceptar cualquier cosa a cambio de inversión extranjera directa, el papel de organizaciones y movimientos sociales es clave en la determinación de tales procesos. Esto es lo que hace la diferencia entre Perú y Bolivia más allá que ambos estén sujetos a lógicas globales generales de extractivismo en términos de megaminería.  De hecho, no se explica en el segundo caso su proyecto nacional-popular sin un proceso social con movimientos sociales activos.

 

Características de la separación territorial

Si habría que listar en forma sintética una serie de características generales de la economía de enclave, se pueden establecer las siguientes:

En primer lugar, implica situaciones territoriales donde los propios Estados admiten que allí determinadas legislaciones, particularmente económicas, están “suspendidas”, pues se trata de territorios “aislados” o separados en relación a la trama socioeconómica en las que están insertos.  Por ello representa la forma más significativa y elaborada de control directo de grandes agentes del capital global más allá de fronteras, instituciones o restricciones normativas y por tanto una forma más de debilitamiento de control social sobre el proceso de acumulación.

En segundo lugar, una situación de enclave se configura cuando la conexión económica que se genera es principalmente con intereses económicos externos a partir de agentes globales con mucho poder (principalmente empresas transnacionales) y débilmente con la economía “nacional”. Por ello, suele implicar transferencia de excedentes a regiones centrales de acumulación (esto también puede ocurrir por mecanismos financieros) y por tanto reproduce y profundiza las lógicas de asimetría global.

En tercer lugar, en base a lo anterior, se puede establecer como premisa que cuanto mayor es la debilidad de un Estado-nación y la capacidad de organización colectiva de una sociedad, menor es la capacidad de rechazar la reproducción de dinámicas de enclaves en el territorio que formalmente controla. Las dimensiones de la “excepcionalidad” pueden ser variadas como ya se aludió.

En cuarto lugar, todo enclave implica una dinámica de cierre social en el territorio donde se instala. Tal dinámica, sea visible o invisibilizada, es contradictoria con un proyecto emancipatorio que siempre implica una dinámica de apertura social (y no de separación), de hibridez, de mezcla y no de contención de lo externo en base a la privatización territorial.

En quinto lugar, toda lógica de enclave –dependiendo del lugar de instalación- implica poner en práctica un protocolo de actuación que puede tener un acento mayor en la coacción, desplazamiento y control de afectados o un acento mayor en la desarticulación de formas de organización social a través del consenso por responsabilidad social empresarial sobre el entorno (Falero, 2013) o por integración de fuerza de trabajo no calificada o de baja calificación.

 

Las implicaciones más conocidas en América Latina

El control de núcleos de actividades primarias en la región suponía por un lado control social y político directo desde las regiones centrales y por otro la incapacidad de sectores nacionales de las regiones periféricas para generar dinámicas de acumulación más autónomas, condiciones técnicas o sistemas de comercialización propios. También se generaba una organización social en centros urbanos conectados e identificados con las empresas instaladas.

Con variantes según los lugares –más evidente en América Central (recuérdese que la expresión “república bananera” se acuñó con Guatemala), la forma enclave se desarrolló principalmente con actividades de minería y plantación. La mencionada megaminería en América Latina ha sido objeto de numerosos estudios (por ejemplo, Svampa y Antonelli, 2009). Lo que aquí debe subrayarse es el carácter de cierre territorial a partir de transnacionales (como la canadiense Barrick Gold) y el control del entorno. Lo que ocurre en estos cierres territoriales es una suspensión o severa restricción de la soberanía del Estado.

En las últimas décadas del siglo XX, se agrega con las llamadas maquilas la deslocalización del montaje de productos electrónicos o de talleres de vestimenta, por ejemplo, con insumos que vienen de otras partes y con un producto final que es reexportado, generándose para ello exoneraciones fiscales. El bajo costo de la fuerza de trabajo es un elemento clave en tal operación de deslocalización.

El caso de la industria maquiladora de exportación en el norte de México es muy conocido y puede permitir ejemplificar la idea de enclave industrial. Las operaciones se iniciaron en 1965 pero con el transcurso de los años se fueron intensificando. Se introdujeron nuevos productos para ensamblaje, aumentó en algunos casos el valor agregado de los productos y se generó diversidad en los requerimientos de fuerza de trabajo. Con el NAFTA (en inglés, North American Free Trade Agreement) firmado con Estados Unidos, tales actividades aumentaron en un cuadro de aumento de la dependencia con ese país en importaciones y exportaciones.

¿Por qué la maquila puede considerar una forma de enclave?. Porque se trata de plantas que directamente (por propiedad) y/o indirectamente (por comercialización) están controladas desde el extranjero y ello puede ser por subcontratación de procesos de ensamble de componentes importados. A ello se agregan los incentivos que otorga el tratamiento especial libre de impuestos y aranceles y de exención fiscal para la importación temporal de insumos, maquinaria y equipo. Luego la producción se re-exporta al país de origen de la empresa que lo realiza o a terceros mercados” (Puyana y Romero, 2006).

Existen diversas tipos de maquilas pero tienen en común la disociación con el comportamiento del sector productivo interno del país, la intensificación de la relación con el ciclo productivo desde donde se controla la forma enclave y la mayor explotación de la fuerza de trabajo local (en los textiles, mayoritariamente compuesta por mujeres).

Otro desarrollo se da con los enclaves turísticos. Esta práctica social –creciente a escala global- puede tener numerosas expresiones y modalidades pero principalmente ocurre cuando el capital transnacional –en este caso a partir de turoperadores globales o grandes cadenas de hoteles- recurren a la privatización de territorios y al cierre de los mismos. En Centroamérica y el Caribe o en México (por ejemplo, en Baja California) existen abundantes ejemplos. La relación entre sede de la transnacional y la escala subnacional es mucho más importante que con el Estado-nación en que se emplaza, más allá que formalmente sea parte de su territorio.

Se podrían revisar numerosas actividades que son las que sustentan y han elevado el PBI actual de América Latina –que, corresponde subrayar, sigue basado en la exportación de materias primas o commodities (y Brasil no es la excepción)- y preguntarse hasta donde se domina desde el exterior mediante formas de enclave en que la relación virtuosa con la economía donde se instala el emprendimiento es nula o mínima. Esto es importante, porque permitiría desmitificar la conexión directa, automática, que muchos gobiernos “progresistas” de América Latina establecieron entre inversión extranjera directa y desarrollo.

 

Enclaves informacionales y zonas francas

La revolución informacional o cognitiva que designa una fase hegemónica cualitativamente nueva del capitalismo (rótulos existen muchos, pero no corresponde en este artículo entrar en tales polémicas) generó muchas veces una falsa idea de horizontalidad y de vaciamiento de la idea de articulación asimétrica entre regiones centrales y regiones periféricas en la acumulación a escala global.  La idea de enclave informacional (examinada a partir de un caso importante por su volumen en Uruguay, Falero, 2011 y luego tendiendo a captar más regional y ampliamente el fenómeno) procura discutir ambos postulados.

En ese sentido, puede sustentarse -como hacía también Carlo Vercellone- que una nueva división del trabajo en función del capitalismo cognitivo interpela el concepto de desarrollo y subdesarrollo pero no necesariamente el esquema de posiciones de poder global producto de la polarización (Vercellone, 2011).

Seguramente las capacidades cognitivas, sígnicas, creativas y comunicativas se vuelven más esenciales para la acumulación en un proceso de nuevas formas de interpenetración entre actividades productivas (que no implica la producción exclusivamente de bienes materiales) e improductivas, fabriles y de “servicios” (noción muy vaga), de trabajo y de concepción, de producción y de conocimiento científico.

En el caso de América Latina la revolución informacional se expresa principalmente en la extracción de recursos naturales, derechos de autor y copyright, las dinámicas de expropiación de información sobre biodiversidad y de saberes sociales y tradicionales y las luchas por las patentes y los derechos de propiedad intelectual constituyen formas nuevas de esa lógica polar global. Es decir, la expansión de la investigación autónoma, por ejemplo, no es precisamente una seña de identidad de estos cambios en América Latina.

Así es que –como en otras formas de acumulación- es preciso examinar diferencias notorias entre actividades informacionales que se realizan en los centros de acumulación y actividades que se desplazan a la periferia. Los primeros siguen reteniendo la producción científica que hace al desarrollo de I + D en áreas como biotecnología y nanotecnología mientras a la periferia es desplazada el procesamiento de información que no se considera central pero que resulta necesario para la reproducción de un conjunto enorme de actividades. Claro que así como no todo desplazamiento industrial a la periferia adoptó la forma de enclave, no siempre la deslocalización del procesamiento de información tiene ese carácter.

En el caso uruguayo que, como se dijo se estudió particularmente (Falero, 2011), la zona franca ha sido un mecanismo importante para atraer inversiones y también lo ha sido para atraer la deslocalización de actividades de procesamiento de información. Actualmente existen 11 zonas francas para distintas actividades y casi seguramente serán 12 con la instalación de una nueva planta de celulosa. Sobre la base de una ley de 1987 –extremadamente indulgente con las inversiones que se establecen en zonas francas- han surgido enclaves donde se instalaron plantas de celulosa pero también enclaves informacionales que tienen mucho de call centers, servicios informáticos, deslocalización administrativa en general, procesamiento de información de todo tipo (incluyendo financiera), entre otras actividades.  La de mayor volumen es Zonamérica con unos diez mil trabajadores y más de trescientas empresas (piénsese que el país tiene tres millones y medio de habitantes).

No es fácil cuantificar zonas francas en América Latina por la heterogeneidad de legislaciones existentes para la implantación de este mecanismo. Según la Asociación de Zonas Francas para las Américas (AZFA) existen en la región unas 600. La cifra incluye zonas económicas especiales pero –debe insistirse- oscurece la diversidad de situaciones que se plantean. De los países que más tienen aparecen Colombia (con 118) y República Dominicana (con 212). A nivel mundial existen unas 3500 – 3600 zonas francas (según datos  de la Organización Mundial de Zonas Francas, WFZO).

Pero en cuanto a los enclaves informacionales en particular, implica agregar ahora actividades como finanzas, seguros, telecomunicaciones, comercio al por menor, viajes y transporte, producción de software en general, entre otras. Y si las “tecnologías de la información” suponían –se decía- conexión, horizontalidad, integración, el enclave informacional sugiere más bien lo contrario: cierre, clausura, separación territorial. Y, claro, gran capacidad de conexión directa con nodos informáticos en regiones centrales.

Como se dijo, no toda deslocalización de actividades como las mencionadas implica generación de enclaves. Pero cuando ello ocurre, cuando el único argumento sólido para generar excepciones en el territorio es la cantidad de empleos que se genera y todo se rodea de una literatura que presenta todas estas actividades como “nuevas oportunidades” de desarrollo para América Latina, no puede dejar de pensarse que la subordinación de la región se sigue proyectando alegremente hacia el futuro.


REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS

Falero, Alfredo (2013) “El papel de la responsabilidad social empresarial en la regulación del tejido social. Aperturas analíticas para el caso uruguayo” en El Uruguay desde la Sociología, Montevideo, Dpto. Sociología / FCS / UDELAR.

____________ ­­­­­­­­­­­­­­­­­ (2011)  Los enclaves informacionales de la periferia capitalista: el caso de Zonamérica en Uruguay. Un enfoque desde la Sociología: Montevideo: CSIC – Universidad de la República.

Puyana, Alicia y Romero, José (2006) “Hacia una evaluación de los efectos multiplicadores de la actividad maquiladora” en Estudios Sociológicos Nº 70: México: El Colegio de México.

Svampa, Maristella y Antonelli, Mirta; editoras (2009) Minería transnacional, narrativas del desarrollo y resistencias sociales, Buenos Aires, editorial Biblos.

Vercellone, Carlo (2011) Capitalismo cognitivo. Renta, saber y valor en la época posfordista, Buenos Aires, Prometeo Libros.


[1]              El presente trabajo reproduce algunas ideas más desarrolladas en “Enclaves économiques: dynamique de  ‘l’exception territoriale’ et défis pour l’Amérique Latine”, en revista FALMAG N° 117, París, Association France – Amérique Latine, enero 2014; “La potencialidad heurística del concepto de economía de enclave para repensar el territorio” en Revista NERA, San Pablo, UNESP, v.: 28, 2015 y  “Excepcionalidades territoriales en los Estados – nación  de América Latina: una tendencia creciente”, ponencia presentada en el Congreso ICA de Salamanca, 2018.


Alfredo Falero es Dr. en Sociología, profesor e investigador de la Universidad de la República, Uruguay; co-coordinador del GT de CLACSO “Intelectuales y Política

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